Hemos vivido recientemente el domingo de la Misericordia, donde se hacen más vivas estas palabras: "Si quieres ser feliz un día, véngate; si quieres ser feliz toda la vida, perdona". Estamos conscientes que el camino del perdón no es simple, pero es seguro que al recorrerlo podremos vivir sin el peso del rencor, del odio, de tantas cosas negativas que aprisionan el corazón. En este mundo tan convulsionado se necesita la voz de San Juan Pablo Segundo: "No hay paz sin justicia, no hay justicia sin perdón". El perdón requiere humildad, saberse frágiles, y en ese momento podremos entender y perdonar a nuestros hermanos porque él también puede caer como nosotros. El perdón sana las heridas, las rabias y tantas cosas que arrastramos y no nos dejan avanzar. Seamos conscientes que Dios nos ha enseñado a ser misericordiosos porque él mismo nos ha misericordiado.
San José, ruega por nosotros.
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