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¡DE LA MANO DE SAN JOSÉ! ¡Siempre agradecer, nunca quejarse!

En nuestro mundo se ha hecho habitual el quejarse: porque hace calor o hace frío, porque la economía está mal, por los jóvenes, por los adultos... Pero lo lamentable es cuando nos instalamos en la queja, porque en ella encontramos resentimiento y amargura. Hay que agradecer, agradecer a los demás y por sobre todo a Dios. Todo lo que somos se lo debemos a los demás, como los papás que nos han ido formando, se han entregado por nuestro bien, pero también a nuestros familiares y amigos. Pero agradecer de sobremanera a Dios que se ha entregado por nosotros dándonos su vida y su ser. Cuando agradecemos, nuestro corazón se ensancha y podemos disponernos a recibir mayores gracias, pero cuando en nuestro corazón abunda la queja, el resentimiento y la amargura nuestro corazón se llena y no deja espacio para Dios y el amor. Señor, haz que pueda ensanchar mi corazón y agrandar mi alma.

San José, ruega por nosotros.


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